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Translation, Interpreting, Editing/proofreading, Training
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Corroboration
Translation Volume: 700 words Completed: Oct 2007 Languages: Spanish to Portuguese
Two page translation of a Web copyright
I worked in this project and continue working with Gamestop Spain in a large project- a videogames magazine .
Law: Patents, Trademarks, Copyright
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Sample translations submitted: 1
Spanish to Portuguese: Pedro Alonso "Capeando el "Mal aire"
Source text - Spanish Por Eva Van Den Berg,
National Geographic, Julio 2007
Pedro Alonso
Capeando el “mal aire”
Este epidemiólogo madrileño, de 48 años, coordina el equipo que prueba la vacuna contra la malaria más prometedora hasta el momento. Director del Centre de Recerca de Salut Internacional de Barcelona (CRESIB), organismo que ha integrado al antiguo Centro de Salud Internacional del Hospital Clínic en un convenio de colaboración con la Generalitat de Catalunya, la Universitat de Barcelona y el Institut d’Investigaciones Biomèdiques August Pi i Sunyer, Pedro Alonso también está al frente del Centro de Investigación en Salud de Manhiça, en Mozambique, creado en 1996 con la colaboración de la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI) y el Ministerio de Salud de Mozambique.
Alonso y su equipo testan en Mozambique la vacuna tras años de esfuerzo para combatir una enfermedad que en África subsariana se cobra el 90% de las muertes: más de 3.000 al día.
Pedro Alonso está convencido de tener el mejor trabajo del mundo. Lleva más de veinte años lidiando contra la malaria, ese “mal aire” que, pese a afectar hoy a más gente que nunca, cerca de la mitad de la población del planeta, despierta en él un discurso vocacional y posibilista. Ahora tiene una gran gesta entre manos: dirigir la investigación clínica que podría validar la vacuna que mejores resultados ha obtenido hasta hoy.
Acostumbrado a estar en el punto de mira de los medios de comunicación, Alonso sabe sacar partido a su tirón mediático, lo que ha ayudado a colocar a la malaria en los primeros puestos del debate sobre salud internacional, junto al sida y la tuberculosis. Seguro que él y otros con su mismo empeño han sido el detonante para que gente como Bill Gates iniciara el programa Malaria Vaccine Initiative, mediante el cual en 2005 los fondos destinados a la lucha mundial contra el paludismo aumentaron un 80%. O que la señora Mandela, Graça Machel, fundara el proyeto GAVI (Alianza Global de Vacunas e Inmunizaciones) para incrementar el acceso de los niños a las vacunas en los países pobre mediante una alianza de organizaciones públicas y privadas en la que también participan gobiernos de diversos países, entre ellos España, que en 2006 se comprometió a contribuir con unos 200 millones de euros a lo largo de 20 años.
“La opinión pública puede incidir de forma decisiva en la toma de decisiones de los gobiernos. Cuanto más informada esté y mayor sea su grado de concienciación, más presionará para que aumenten los fondos destinados a la investigación médica-dice Alonso-. No olvidemos que se dedica tan sólo el 10% de los recursos mundiales de investigación a lo que causa 90% de la enfermedad y muerte en el mundo.”
Tras sendas experiencias en primera línea en Gambia y Tanzania, Alonso dirige hoy el Centre de Recerca de Salut Internacional de Barcelona (CRESIB), con sede en las dependencias del Hospital Clínic, desde donde se potencia la investigación biomédica y se afrontan los principales retos de salud a nivel internacional. Como los que afronta desde el Centro de Investigación en Salud de Manhiça, situado en una zona rural de Mozambique, y en el que colaboran la AECI, EL Ministerio de Salud de Mozambique, la Fundació Clínic y la Universidad Eduardo Mondlane de Maputo (véase “Gran Angular”, diciembre de 2001). Es aquí, en un lugar con un alto índice de malaria endémica, donde desde el año 2001, él y un equipo de 260 personas prueban una nova vacuna contra la malaria en el continente que registra el 90% de las muertes que esta enfermedad causa en todo el planeta.
“Además de sufrir los problemas derivados del subdesarrollo, los países del África subsariana cuentan, por factores de tipo ecológico, con el peor tipo de malaria – puntualiza Alonso -. Aquí tiene el vector más efectivo de la enfermedad, único de África, el mosquito Anopheles gambiae, que además de preferir la sangre humana a la animal, transporta el parásito más mortífero, Plasmodium falciparum. Por si esto fuera poco, A. gambiae es endofílico, es decir, que prefiere el interior de las casas, y pica por la noche. Estos insectos tienen aquí todo lo que necesitan durante todo el año: altas temperaturas, criaderos en abundancia (las hembras pueden hacer la puesta bajo una hoja donde haya apenas 3 centímetros cúbicos de agua) y alimento por doquier.” Además, prosigue, “son unos transmisores bonísimos. Los mosquitos A. gambiae son como los Ferrari de la transmisión, mientras que los otros son simples seiscientos”.
Por eso, cuando se iniciaron las campañas internacionales de erradicación de la malaria a mediados del siglo XX, África quedó fuera desde el principio. “Hay un valor, el “número reproductivo básico”, definido como R0, que indica el número de casos que se producen a partir de un infectado. En la mayoría de las zonas palúdicas del mundo, ese número oscila entre 1 y 15, En África es superior a 100. Si el R0 es bajo, con un gran esfuerzo puedes erradicar la enfermedad. Pero en África, aun que se llevara a cabo un trabajo masivo que nos permitiera reducir en un 50% los casos de malaria, con un R0 tan alto no podríamos erradicarla. Hoy, con las herramientas actuales, eso es inviable”, declara Alonso, recordando el projecto Garki realizado en esta localidad nigeriana en los años setenta. Quisieron evaluar la efectividad de un hipotético plan para eliminar la malaria en África haciendo uso de todos los medios disponibles, pero la conclusión fue que será imposible.
Por el momento, pues, parece que hay malaria para rato. “Estamos acostumbrados a que las vacunas tengan un alto grado de eficacia. Pero es que hasta ahora nos habíamos enfrentado a bichos más o menos fáciles. Los que nos quedan hoy son muy difíciles de combatir. El plasmodio, en concreto, es extremadamente complejo. Además, en África se halla en el 2% de los mosquitos anofelinos, frente al 0,1% de los mosquitos que lo acarrearon en Europa hasta el siglo pasado. Hay que combatirlo desde varios frentes.”
Para Alonso, dichos frentes son: incrementar las medidas preventivas, mejorar los tratamientos farmacológicos y conseguir la esperada vacuna. Por eso aboga por el uso de mosquiteras impregnadas de insecticida, para las que reclama una distribución masiva y gratuita. “Es una medida al menos igual de efectiva y más barata que el rociamiento intradomiciliario con DDT, cuyos efectos negativos sobre la salud, en especial la reproductiva, son cada vez más sólidos. Es preocupante que en algunos lugares y especialmente en África se vuelva a utilizar”, dice, sin acabar de entender los motivos de su reimplantación.
Paralelamente, y desde el año 2004, Pedro Alonso coordina el Consorcio Internacional de Tratamiento Intermitente (IPTI en sus siglas en inglés), un programa creado en 2003 con fondos de la Fundación Bill & Melinda Gates que aúna
Los esfuerzos de 17 centros de investigación internacionales, bajo es auspicio de la UNICEF y de la OMS. El objectivo es disminuir la mortalidad en los sectores de mayor riesgo: niños menores de cinco años y mujeres embarazadas. “Previamente al IPTI habíamos experimentado con largos periodos de tratamiento profiláctico, suministrado a niños durante su primer año de vida. Funcionaba muy bien. Pero al término de la medicación, en algunos casos se daba un rebrote de malaria. Ahora estamos analizando el equilibrio entre los resultados positivos y los negativos, aún por determinar.” Al replantearse cómo podían obtener el máximo beneficio de la profilaxis y evitar estas consecuencias, diseñaron el programa de medicación intermitente: un suministro de dosis curativas para personas con riesgo, estén o no enfermas, que se hace efectivo a la vez que las otras vacunas incluidas en el Programa Ampliado de Inmunizaciones (el PAI, creado por la OMS en los años setenta y que hoy alcanza al 70 u 80% de los niños africanos). “Es la única estructura sanitaria que funciona en África. Las madres llevan a los niños a los centros de salud, y si viven en las aldeas remotas, una clínica móvil acude para suministrarles las vacunas pertinentes. Aprovechar esta especie de autopista sanitaria fue para nosotros una prioridad”, explica el epidemiólogo. El IPTI se inició con unos estudios realizados por Alonso en Ifakara, Tanzania, entre 1999 y 2001, y en Mozambique con el apoyo de la Fundación BBVA, en los que conseguí una protección del 50% durante el primer año de vida. “El IPTI funciona. Es barato (20 céntimos de euro por niño el tratamiento completo) y fácilmente adquirible a través del PAI. Desde el Consorcio, recomendamos su implementación a gran escala en África.”
El tercer frente abierto y quizás el mayor reto de Pedro Alonso hasta ahora, es probar la eficacia de la anhelada vacuna contra la malaria inducida por P. falciparum, denominada RTS,S/AS02A, un proyecto que se gestó en los años setenta, con al secuencia y clonación de cierta proteína en los laboratorios del ejército de Estados Unidos. Luego, la firma farmacéutica GlaxoSmithKline siguió con el desarrollo original de esa proteína recombinante y de los adyuvantes (substancias que, administradas con un antígeno, aumentan la respuesta inmunológica del huésped) necesarios para combatir el plasmodio. “La primera fase se inició en 2002. Suministramos tres dosis de vacunas a más de 2.000 niños mozambiqueños de entre uno y cuatro años a los que hicimos un seguimiento durante seis meses. Las nuevas infecciones se redujeron en un 45%, los episodios clínicos, en un 30%, y en un 58% los severos –informa Alonso-. Con eso obtuvimos lo que se denomina prueba de concepto, publicada en 2004 en The Lancet, revista médica de referencia. Luego se mantuvo el control sobre esos niños durante 12 meses más y comprobamos que, 18 meses después de la tercera dosis, manteníamos eficacias de entre el 35% para la malaria leve y el 50% para la severa. Ahí supimos que la vacuna podía ser viable. La semana pasada finalizamos el seguimiento de 48 meses. Al final del año sabremos cuánto dura la protección de la vacuna. Si todo va bien, acabaremos la fase dos y podremos comenzar la tres, el registro de producto. El proceso se acaba con la fase cuatro, cuando se controlan posibles efectos secundarios.”
Si funciona, después de las tres dosis, los niños vacunados ya tendrán por lo menos cinco años, edad en la que ya adquieren inmunidad suficiente. Y las embarazadas podrán protegerse durante la gestación, cuando su sistema inmunitario disminuye para que el cuerpo acepte la presencia del feto. “Desde luego, esta primera vacuna no conseguirá una protección del 100%. Pero si funciona, lograremos un importante salto tecnológico desde el que acometer una segunda generación más efectiva”, añade.
Mientras el los países desarrollados nos preocupamos por si la inmigración masiva o el cambio climático pueden hacer rebrotar esta verdadera arma de destrucción masiva en nuestra cómoda porción del mundo. Como sucedió, por ejemplo, en España, donde 5.000 personas murieron a causa de esta enfermedad en 1940. Pero según Alonso, la reintroducción de la malaria en Europa es bastante improbable. “Los mosquitos anofelinos europeos ya no son vector del plasmodio. Es decir, que aunque piquen a personas con malaria, ellos, al no albergar el parásito, no transmiten la enfermedad. Posiblemente la simbiosis entre el parásito y el vector es muy estrecha, y una vez rota es muy improbable reinstaurarla”, explica. El cambio climático sí parece estar facilitando el aumento del área de distribución de estos nefastos mosquitos. En África, están superando ya cotas que hasta ahora eran su techo de altitud. “Pero para llegar a España deberían cruzar el Sahara, y eso ya son palabras mayores para un mosquito que vive entre 50 y 60 días y vuela poco más de un kilómetro diario”, añade.
En unos días, Alonso regresará a Manhiça para seguir trabajando en la vacuna que podría salvar de la muerte a millones de personas. “Si todo sale bien, la tendremos lista hacia 2010”, Afirma. Si no, será cuestión de seguir perseverando, porque como dijo Unamuno, el único modo de dar en el clavo es dar cientos de veces en la herradura. Alonso lo tiene claro.
Translation - Portuguese Pedro Alonso
Ludibriando o “mal aire”
Este epidemiólogo madrileno, de 48 anos, coordena a equipa que testa a vacina - a mais prometedora até ao momento, contra a malária . É Director do Centro de Investigação em Saúde Internacional de Barcelona (CRESIB), organismo que se integrou ao antigo Centro de Saúde Internacional do Hospital Clínic num convénio de colaboração com o Governo catalão, a Universidade de Barcelona e o Instituto de Investigações Biomédicas August Pi i Sunyer. Pedro Alonso está também à frente do Centro de Investigação de Manhiça, em Moçambique, criado em 1996 com a colaboração da Agência Espanhola de Cooperação Internacional (AECI) e o Ministério de Saúde de Moçambique. (...)
Pedro Alonso está convencido de ter o melhor trabalho do mundo. Há mais de vinte anos que luta contra a malária, esse “mal aire” que, apesar de hoje afectar a mais pessoas que nunca, cerca de metade da população do planeta, desperta nele um discurso vocacional e optimista. Actualmete tem um grande desafio em mãos: dirigir a investigação clínica que poderia validar a vacina que melhores resultados obteve até hoje.
Habituado a estar no ponto de mira dos meios de comunicação, Alonso sabe tirar partido do seu empurrão mediático, o que ajudou a colocar a malária nas primeiras posições do debate sobre saúde internacional, juntamente com a sida e a tuberculoses. Certamente que ele e outros, com o mesmo empenho, foram o detonante para que pessoas como Bill Gates iniciassem o programa Malaria Vaccine Initiative, através do qual os fundos destinados à luta mundial contra o paludismo aumentaram 80%, em 2005. (...)
“A opinião pública pode influenciar de forma decisiva na tomada de decisões dos governos. Quanto mais informada estiver e maior for o seu grau de consciencialização, mais pressionará para que aumentem os fundos destinados à investigação médica - diz Alonso. Não esqueçamos que se dedicam apenas 10% dos recursos mundiais de investigação ao que causa 90% da doença e morte no mundo.”
Depois de várias experiências, no terreno, Gâmbia e Tanzânia, actualmente Alonso dirige o Centro de Investigação em Saúde Internacional de Barcelona (CRESIB), com sede nas dependências do Hospital Clínic, de onde se potencia a investigação biomédica e se afrontam os principais reptos de saúde a nível internacional, como os do Centro de Investigação em Saúde de Manhiça, situado numa zona rural de Moçambique, e no qual colaboram a AECI, o Ministério de Saúde de Moçambique, a Fundação Clínic e a Universidade Eduardo Mondlane de Maputo (veja “Gran Angular”, Dezembro de 2001). É aqui, num lugar com elevado índice de malária endémica onde, desde 2001, ele e uma equipa de 260 pessoas testam uma nova vacina contra a malária, no continente que regista 90% das mortes que esta doença provoca em todo o planeta.
“Além de sofrer com os problemas derivados do subdesenvolvimento, os países da África subsariana contam, devido a factores ecológicos, com o pior tipo de malária – afirma Alonso. Aqui têm o vector mais efectivo da doença, unicamente de África, o mosquito Anopheles gambiae que, para além de preferir o sangue humano ao animal, transporta o parasita mais mortífero, o Plasmodium falciparum. Como se não bastasse, o A. gambie, é endofílico, ou seja, prefere o interior das casas e pica pela noite. Estes insectos têm aqui tudo o que necessitam, durante todo o ano: temperaturas altas, criadouros em abundância (as fêmeas podem desovar debaixo duma folha onde apenas há 3 centímetros cúbicos de água) e alimento por todo o lado.” Além disso, prossegue, “são uns excelentes transmissores. Os mosquitos A. gambie são como os Ferraris da transmissão, enquanto que os outros não passam de simples seiscentos”.
Por isso, quando se iniciaram as campanhas internacionais para a erradicação da malária a meados do século XX, a África ficou de fora desde o princípio. “Há um valor, o número reprodutivo básico”, definido como R0, que indica o número de casos que se produzem a partir dum infectado. Na maioria das zonas palúdicas do mundo, esse número oscila entre 1 e 15. Em África é superior a 100. Se o R0 for baixo, com um grande esforço pode-se erradicar a doença. Mas em África, ainda que se levasse a cabo um trabalho massivo que nos permitisse reduzir em 50% os casos de malária, com um R0 tão alto não poderíamos erradicá-la, Hoje em dia, com as ferramentas actuais, isso é inviável”, declara Alonso, recordando o projecto Garki realizado nesta localidade nigeriana, nos anos setenta. Quis-se avaliar a efectividade dum hipotético plano para eliminar a malária em África fazendo uso de todos os meios disponíveis, porém a conclusão foi que seria impossível.
Parece, pois, que de momento haverá malária por algum tempo. “Estamos acostumados a que as vacinas tenham um alto grau de eficácia. Acontece que até ao momento enfrentávamos a bichos mais ou menos fáceis. Os de hoje são muito mais difíceis de combater. O plasmódio, em concreto, é extremamente complexo. Além disso, 2% dos mosquitos anofelinos encontram-se em África, frente a 0,1% dos mosquitos que o transportaram à Europa até ao século passado. Há que combatê-lo de várias frentes.”
Para Alonso, tais frentes são: incrementar as medidas preventivas, melhorar os tratamentos farmacológicos e conseguir a tão esperada vacina. Por isso advoga o uso de mosquiteiros impregnados de insecticida, para os quais reclama uma distribuição massiva e gratuita. “Pelo menos é uma medida igualmente efectiva e mais barata que a pulverização intradomiciliária com DDT, cujos efeitos negativos sobre a saúde, principalmente a reprodutiva, são cada vez mais sólidos. É preocupante que em alguns lugares, especialmente em África se volte a utilizar”, afirma, acabando por não entender os motivos da sua reimplantação.
Paralelamente, e desde 2004, Pedro Alonso coordena o Consórcio Internacional de Tratamento Intermitente (IPTI, a sigla em inglês), um programa criado em 2003 com fundos da Fundação Bill & Melinda Gates que reúne os esforços de 17 centros de investigação internacionais, sob a protecção da UNICEF e da OMS. O objectivo é diminuir a mortalidade nos sectores de maior risco: crianças menores de cinco anos e mulheres grávidas. “Antes do IPTI tínhamos experimentado com grandes períodos de tratamento profiláctico, administrado a crianças durante o seu primeiro ano de vida. Funcionava muito bem. Contudo, ao fim da medicação, em alguns casos dava-se um rebrote de malária. Actualmente estamos a analisar o equilíbrio entre os resultados positivos e os negativos, ainda por determinar.” Ao reconsiderarem como poderiam obter o máximo benefício da profilaxia e evitar estas consequências, criaram o programa de medicação intermitente: administração de doses curativas para pessoas em risco, estejam ou não doentes, que se torna efectivo, ao mesmo tempo que as outras vacinas incluídas no Programa Ampliado de Imunizações (o PAI, criado pela OMS nos anos setenta e que hoje alcança 70 ou 80% das crianças africanas). “É a única estrutura sanitária que funciona em África. As mães levam os filhos aos centros de saúde, e se viverem em aldeias remotas, uma clínica móvel deslocar-se-á para administrar-lhes as vacinas necessárias. Aproveitar esta espécie de auto-estrada sanitária foi para nós uma prioridade”, explica o epidemiólogo. O IPTI iniciou-se com uns estudos realizados por Alonso em Ifakara, Tanzânia, entre 1999 e 2001, e em Moçambique, com o apoio da fundação BBVA, nos quais conseguiu uma protecção de 50% durante o primeiro ano de vida. “O IPTI funciona. É mais barato (20 cêntimos, em euros, por cada criança com tratamento completo) e adquire-se facilmente através do PAI. O Consórcio recomenda a sua implementação em grande escala em África.”
A terceira frente aberta, e quiçá o maior repto de Pedro Alonso até à data, é testar a eficácia da tão sonhada vacina contra a malária provocada pelo P. falciparum, denominada RTS,S/AS02A, um projecto que se criou nos anos setenta, com a sequência e clonagem de determinada proteína, nos laboratórios do exército dos Estados Unidos. A empresa farmacêutica GlaxoSmithKline seguiu com o desenvolvimento original dessa proteína recombinante e dos adjuvantes (substâncias que administradas com um antígeno, aumentam a resposta imunológica do hóspede) necessários para combater o plasmódio. “A primeira fase iniciou-se em 2002. Administrámos três doses de vacinas a umas 2000 crianças moçambicanas, entre um e quatro anos, aos que fizemos um seguimento durante seis meses. As novas infecções reduziram-se 45%, os episódios clínicos 30% e 50% os severos - informa Alonso. Com isso obtivemos o que se denomina prova de conceito, publicada em 2004 no The Lancet revista médica de referência. Logo, manteve-se o controlo sobre essas crianças durante mais 12 meses e comprovámos que, 18 meses depois da terceira dose, mantínhamos eficácias de cerca de 35% para a malária leve e 50% para a severa. Nesse momento soubemos que a vacina podia ser viável. Na semana passada terminámos o seguimento de 48 meses. No fim do ano saberemos quanto dura a protecção da vacina. Se tudo correr bem acabaremos a fase dois e poderemos começar a três, o registo do produto. O processo termina com a fase 4, quando se controlam possíveis efeitos secundários.”
Se funcionar, depois das três doses, as crianças vacinadas já terão pelo menos cinco anos, idade em que já adquirem imunidade suficiente. E as grávidas poderão proteger-se durante a gestação, quando o sistema imunitário diminui para que o corpo aceite a presença do feto. “Evidentemente, esta primeira vacina não conseguirá uma protecção 100%. Contudo, se funcionar, daremos um importante salto tecnológico onde empreender uma segunda geração mais efectiva”, acrescenta.
Entretanto, nos países desenvolvidos preocupamo-nos com se a imigração massiva ou as alterações climáticas podem fazer rebrotar esta verdadeira arma de destruição massiva na nossa cómoda porção de mundo, como aconteceu, por exemplo, em Espanha, onde 5000 pessoas morreram devido a esta doença, em 1940.
Porém, segundo Alonso, a reintrodução da malária na Europa é bastante improvável. “Os mosquitos anofelinos europeus já não são vectores de plasmódio. Ou seja, ainda que piquem a pessoas com malária, ao não albergar o parasita não transmitem esta doença. Possivelmente a simbiose entre o parasita e o portador é muito estreita, e uma vez quebrada, é improvável restaurá-la”, explica. (...)
Dentro de alguns dias Alonso regressará a Manhiça para continuar a trabalhar na vacina que poderia salvar da morte a milhões de pessoas. “Se tudo correr bem, estará pronta em 2010”, afirma. Se não, será uma questão de seguir perseverando, pois como disse Unamuno, a única forma de acertar no prego é dar na ferradura vezes sem conta. Quanto a isso, Alonso não tem dúvidas.
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